domingo, 16 de mayo de 2010

LA SABIDURIA

LA SABIDURIA

La sabiduría se encuentra más allá de los extremos que abarcan las posibilidades humanas. Sobrepasa a la técnica, el dinero no basta para comprarla, ni el poder la domeña, la fuerza nada puede, escapa a la astucia, es inalcanzable para el orgullo, impenetrable a la más elaborada reflexión y a toda ciencia.

¿De dónde viene la sabiduría? ¿Quién ha dado con su residencia? Está oculta tanto a los ojos de las aves como a los de los hombres. Se ignora su camino en la tierra. No está en el mar ni el abismo la conoce. Los príncipes de las naciones, los que nunca se cansan de acumular oro y plata, y los más diestros no han sabido de sus senderos. Tampoco los descubrieron los buscadores del saber. Sólo Dios conoce su camino, sólo El sabe donde se halla.

La sabiduría fue la primicia de las obras del Señor en los albores de la creación. La creó cuando no existían abismo ni fuentes, antes de la fundación de las montañas. Estuvo a su lado como arquitecto al desplegar los cielos y afirmar la tierra, mucho antes de que fuera el hombre. Su bondad quedó impresa en las obras de los primeros días.

La sabiduría está iniciada en la ciencia de Dios. Quien la encuentra ha encontrado la vida y el que la desprecia se ha dañado a sí mismo. Enseña lo más útil para el hombre: la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza.

«Si alguno de vosotros está falto de sabiduría, que lo pida a Dios -que a todos da con liberalidad y sin reproche- y le será concedida», recomienda el apóstol Santiago. Que nadie se haga sabio a sus propios ojos ni se estime prudente. Pues ¿cómo llamarse sabios, cuando solo Uno es el Sabio?

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Radiante es la sabiduría, jamás pierde su brillo. Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los que la buscan.

Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan. Quien por ella madrugare, no se fatigará que a su puerta la encontrará sentada.

Pensar en ella es la perfección de la prudencia, y quien por ella se desvelare pronto se verá sin cuidados. Ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella; se les muestra benévola en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos. Porque su comienzo seguro es el deseo de aprender, procurar aprender es amar la sabiduría.

Por eso pedí y se me concedió la prudencia, supliqué y me vino el espíritu de la sabiduría. Y la prefería a cetros y a tronos, y en nada tuve a la riqueza en comparación con ella. Ni a la piedra más preciosa la equiparé, porque todo el oro a su lado es un puñado de arena, y barro parece la plata en su presencia.

La amé más que a la salud y la hermosura y quise que fuera más que ninguna la luz que me alumbrara, porque la claridad que de ella nace no conoce noche.

Me vinieron con ella todos los bienes juntos, y riqueza sin número en sus manos. De todos ellos me gozo, porque la sabiduría los dirige, pero ignoraba que fuera la madre de todos.

Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, sutil, múltiple, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles.

Es un hálito del poder de Dios, una emanación de la gloria del Omnipotente, y por eso nada impuro puede llegar a alcanzarla.

Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad.

Aún siendo solo lo puede todo. Sin salir de sí todo lo renueva. En todas las edades penetra en las almas santas, y forma con ellas amigos de Dios y profetas. Porque Dios no ama sino a quien vive con sabiduría.

Es realmente más bella que el sol, supera a todas las constelaciones, gana a la luz al compararla con ella, porque a la luz le sucede la noche mientras que ante la maldad la sabiduría prevalece. (Sab 6, 12 a 17)

Extendí mis manos hacia el cielo, y lamenté mi ignorancia sobre ella. (Ecle 51,19)

Le tendí mi corazón desde el principio, y por eso jamás seré abandonado (Ecle 51,20)

Incliné a ella mi oído y la recibí, y encontré mucha instrucción. (Ecle 51,16)

Enderecé mi alma hacia ella, y en la pureza la encontré. (Ecle 51,20)

La supliqué en el Templo, y hasta en mi último día la buscaré. (Ecle 51,14)

Bienaventurado el hombre que ha encontrado la sabiduría, el hombre que ha adquirido la inteligencia, porque adquirirla vale más que adquirir la plata; y poseerla más que poseer oro. Es más preciosa que las perlas, y todas las cosas que puedas desear no la igualan. (Prov 3, 13-15)

Con oro fino no se compra, ni se paga a precio de plata, no se valora con el oro de Ofir, el ágata preciosa o el zafiro. No se la compara con el oro y el cristal, ni se cambia por vasija de oro fino. Corales y cristal no merecen ni mención, la sabiduría vale más que las perlas. Nada vale a su lado el topacio de Etiopía, no se valora con el oro más puro. (Jb 28, 15-19)

Porque ella es más bella que el sol, y supera a las constelaciones de las estrellas. Porque comparada con la luz del día sale vencedora; pues a ésta le sucede la noche, pero la maldad nada puede contra la sabiduría (Fil 3, 7-8)

La sabiduría tiene en su derecha larga vida, y en su izquierda riquezas y honores. (Prov 3,16)

Conmigo están la riqueza y la gloria, los bienes duraderos y la justicia. Mejor es mi fruta que el oro, más que el oro puro; y mis productos son mejores que la plata escogida. Yo voy por las sendas de la justicia, por los senderos de la equidad, para procurar bienes a los que me aman, y henchir sus tesoros. (Prov 8, 18-21)



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