lunes, 22 de septiembre de 2008

ABUNDAS EN LO QUE PIENSAS

Abundas en lo que piensas: ¡Te conviertes en lo que miras!
publicado por:
Administrador GHB , el dia 5 Septiembre 2008
“Sois dioses”: lo asevera Jesús de Nazareth. En ello radica nuestra verdadera “imagen y semejanza” con la Mente del Uno: nuestros pensamientos, al igual que los del Padre, constituyen la materia prima de la realidad. Leemos en “Un Curso de Milagros”: “No hay pensamientos neutros (…) No hay pensamientos fútiles. Todo pensamiento genera forma en algún nivel”.
Los pensamientos del Padre pueblan y erigen infinitos niveles de realidad: gestan cosmos, galaxias; Su psique divina es perpetua partera de seres, orbes, estrellas; Su inteligencia dota a todas las cosas visibles e invisibles de leyes físicas o espirituales que las hacen crecer, evolucionar.
La mente humana le emula con ímpetu -si bien con resultados dispares: sus ideas generan tecnologías que al principio asombran… ¡y que al poco tiempo se vuelven benignas o nocivas! Dota a sus máquinas de una prodigiosa inteligencia a la que con desdén apoda de “artificial”; es capaz de clonar a esas mismas especies a las que -con inexplicable saña- a veces se complace en extinguir.
En la diaria cotidianidad, nuestras mentes son capaces de desplegar un inmenso poder creativo -herencia natural del Padre: en la cima de la maestría, nuestros pensamientos producen grandes bendiciones. No obstante, en la sima de nuestras neurosis (cuando nos creemos separados del poder y los dones del Creador) los desvaríos del ego nos sumergen en hondos abismos de derrota.
Somos “dioses”, vale decir, “creadores”; sin embargo, hay una diferencia clara entre nuestro desenvolvimiento y el de Dios: en el caso de la Mente del Padre, el despliegue de poder siempre es positivo, omnipotente; en el caso de la mente humana, los resultados varían -a veces eficaces; a veces autodestructivos.
¿Qué es lo que marca la diferencia entre una realidad y otra? Pues la calidad emocional de los pensamientos que generan esa determinada realidad. Y sólo subyacen dos emociones básicas en cada pensamiento: miedo o amor.
En el caso del Ser Supremo, todo pensamiento es infinitamente amoroso -y por ende, infinitamente creativo; en el caso humano, suelen cundir miedos -y esas vacilaciones le ponen traspiés a nuestra creatividad. Nos advierte el Talmud: “No vemos las cosas tal como son, sino tal como somos”. Y añade Buda: “Somos lo que pensamos”.
Si somos amor -o sea: si nuestros pensamientos suelen ser amorosos- generaremos una realidad afín a ese poderoso estado mental y emocional; henchidos de temor, nos espera una existencia plagada de descalabros, frustraciones…
La mente nunca se detiene… ¡y sus pensamientos siempre son creativos!
Leemos en “Un Curso de Milagros”: “Son muy pocos los que aprecian el verdadero poder de la mente y nadie permanece totalmente consciente de él todo el tiempo. No obstante, si esperas librarte del miedo hay algunas cosas que debes comprender. La mente es muy poderosa y jamás pierde su fuerza creativa. Nunca duerme. Está creando continuamente. Es difícil reconocer la oleada de poder que resulta de la combinación de pensamiento y creencia, la cual puede literalmente mover montañas”.
Prosigue así: “A primera vista, parece arrogante creer que posees tal poder, mas no es ésa la verdadera razón de que no lo creas. Prefieres creer que tus pensamientos no pueden ejercer ninguna influencia real porque de hecho tienes miedo de ellos. Eso puede mitigar la conciencia de culpabilidad, pero a costa de percibir a la mente como impotente. Si crees que lo que piensas no tiene ningún efecto, puede que dejes de tenerle miedo a tus pensamientos, pero es improbable que les tengas respeto”.
Nunca dejamos de pensar, vale decir, nunca dejamos de generar realidad -aunque creamos que nuestros pensamientos son inocuos y carecen de efectos.
Nunca dejamos de ser creativos -aunque nos sintamos impotentes o temerosos acerca de nuestro propio poder.
Los pensamientos de amor o miedo son los ladrillos con los que edificamos nuestra realidad. Y en cada momento del Ahora -ese eterno instante presente en el que transcurre nuestras vidas- estamos eligiendo en cual de ellos depositar nuestra fe.
Una ley irrebatible: abundamos en aquello que miramos y pensamos
Asevera la distinguida maestra espiritual venezolana Conny Méndez que “abundas en lo que piensas”. En palabras de D.L. Moody, si no abundamos en amor sino en vanos temores “estamos viviendo por debajo de nuestros privilegios”. Está escrito que “Dios es Amor”: ¿viviremos ajenos a tan bendita certeza, a tan vasto privilegio?
Al saber que dos emociones básicas -miedo o amor- afectan la percepción que tenemos de la realidad, es fácil inferir que nos convertimos en aquello que miramos. La investigadora norteamericana Candance Pert señala al respecto: “nuestros ojos se mueven todo el tiempo (…) ¿por qué se enfocan en ciertas cosas y comienzan a dejarlas a entrar en nuestras mentes y no lo hacen con otras? Es bastante simple: vemos aquello en lo que queremos creer. Nuestras emociones deciden qué percibir, a qué vale la pena prestarle atención. Y así, creamos el mundo que percibimos, percibimos el mundo que creamos”.
Cuando abrimos nuestros ojos no vemos un “mundo objetivo” o el “mundo real”: lo que solemos ver es el mundo que nuestros limitados sentidos físicos y nuestros neuróticos sistemas de creencias nos hacen percibir. En cada instante del tiempo presente, sólo haces dos elecciones: o bien te dedicas a observar el temeroso mundo del ego -donde un demente sentimiento de separación te hace sentir superior o inferior a las demás creaciones del Uno; o bien te dedicas a deleitarte en la amorosa gloria del Padre -donde una entrañable sensación de unidad e igualdad con el resto de los seres del Universo pacificará tu corazón.
Sí: es indudable que nos vamos haciendo semejantes a lo que miramos. El observador afecta a lo observado -y viceversa. El amor contemplado nos transforma en reflejo perfecto del amor: a su vez, ese reflejo que somos expande la realidad del amor sobre la faz de la Tierra… ¡y aunque nos cueste creerlo, deja sentir sus efectos hasta en el último confín del Universo!
Sólo la constante contemplación del Amor (el Yo Superior) nos permite trascender la limitada realidad que solemos proyectar. El Amor -la naturaleza divina que bulle en nuestro interior- nos facilita asimilar aquello que es Esencial pero intangible a la vista, experimentar ese invisible umbral de realidad ajeno al ojo del ego… ¡y hacer visibles las bendiciones más dulces que el Creador tiene dispensadas para nosotros!
“Orad sin cesar”: la perpetua contemplación del Amor
“Orad sin cesar” recomendó hace dos milenios San Pablo: podríamos traducirlo por “pensad sin cesar en el Amor” o “contemplad sin cesar el Amor”. Preconizó Jesús de Nazareth: “Ama a tus enemigos”, pues es evidente que Aquel que es Todo Amor carece de opuestos; otra sentencia del Cristo, “ama a tu prójimo como a ti mismo”, nos invita a tornarnos en perfecta imagen y semejanza del Amor, faros que proyectan omnipotentes reflejos de ternura y prosperidad sobre nuestros semejantes.
Oremos siempre con esta certidumbre: el Amor que todo lo puede, que todo lo transforma, es una fuerza infinitamente inteligente, infinitamente creativa, que responde a cada uno de nuestros pensamientos. Osho, el célebre gurú hindú, asevera: “Creatividad significa traer algo nuevo a la existencia, hacer un lugar para que lo desconocido penetre en lo conocido, hacer un camino para que el Cielo baje a la Tierra. Cuando hay un Beethoven o un Miguel Ángel, el Cielo se abre, las flores empiezan a caer desde el Más Allá”… y ese cauce espiritual trasciende toda barrera u obstáculo físico, toda creencia humana.
En tal sentido, sentencia la maestra espiritual estadounidense Mary Baker Eddy: “los hombres se consideran meramente físicos y nada saben del hombre como imagen y reflejo de Dios”. Tal noción “nos impedirá desechar las dudas y temores humanos que acompañan tal creencia y así no podremos comprender las maravillas realizadas por el Amor infinito e incorpóreo, para quien todas las cosas son posibles”.
Orar sin cesar significa perlar cada pensamiento nuestro con el imperecedero rocío del Amor. Las oraciones litúrgicas tienen su lugar. No obstante, y en palabras del pensador chino T. S. Nee, más que tener minutos u horas diarias de oración, “debemos ocuparnos por desarrollar una vida de oración y comunión con Dios”, vale decir, espiritualizar cada idea que retoñe en nuestra mente para así erigir una realidad en plena concordancia con el Amor de ese Padre-Madre universal que es del todo abundante, del todo armonioso.
Muchas veces, en lugar de meditar u orar en la próspera naturaleza del Amor, nos castigamos con interminables monólogos mentales en los que -sin piedad- devastamos lo poco que va quedando de nuestra autoestima, fabricando erróneas imágenes de nosotros mismos.
Al contemplar las desiertas despensas del ego no hallamos alimento adecuado para alimentar a nuestras almas. Tan sólo tropezamos con vetustos envases y latas vacías, cuyas siniestras etiquetas anuncian los muchos sinónimos del miedo: “desesperanza”, “terror”, “duda”, “demencia”, “remordimiento”, “celos”, “odio”, “culpa”, entre otros.
Querido lector o lectora, que sea tuya esta certidumbre: del ego sólo obtendrás minucias; en cambio, el Uno te deparará siempre el Infinito, lo Incalculable…
Recordad siempre: “sois dioses”
La oración como constante y afectuoso fluir de la conciencia, como persistente contemplación del Yo Superior, doma a la mente encabritada, devolviéndole la mansedumbre propia del Amor.
Por eso, querido lector o lectora, te insto a que cuides con sumo celo los contenidos que germinan en tu psique: porque a cada instante, tu realidad despierta a imagen y semejanza de lo que piensas y miras.
Sí, amado o amada testigo de estas líneas: ¿qué estás eligiendo contemplar en este momento? ¿En qué nivel de realidad estás decidiendo abundar, co-crear? Porque -por favor- recuerda siempre: “Sois dioses…”.
Se concede permiso para que esta información sea libremente impresa en diarios o semanarios, distribuida por internet, usada para enseñanza con alumnos o lecturas de grupos, siempre y cuando sean citados los nombres de los autores.
Carmelo Urso

10 Secretos para el Éxito y la Paz Interior - por Wayne Dyer

10 Secretos para el Éxito y la Paz Interior - por Wayne Dyer
publicado por: jorge , el dia 14 Septiembre 2008



El Segundo Secreto

No Te Mueras Sin Haber Sacado Afuera Tu Música



El mundo en el que vives es un sistema inteligente, en el que cada parte se mueve de manera coordinada con todas las demás partículas en movimiento. Hay una fuerza universal que apoya y orquesta todo. Todo funciona de manera conjunta en perfecta armonía. Tú eres una de esas partículas en movimiento. Viniste en el cuerpo que habitas en el momento exacto. Tu cuerpo se irá de aquí con la misma precisión. Eres una pieza esencial de este complejo sistema. Y aquí estás, en este sistema inteligente que no tiene principio ni fin, en el que cada galaxia se mueve en armonía con todas las demás. ¡Debe existir una razón para que hayas aparecido!


Kahlil Gibran dijo, “Al nacer, ya llevas tu trabajo en tu corazón”. Así pues, ¿cuál es tu trabajo? ¿Cuál es tu propósito? ¿Lo estás viviendo de la manera en que tu corazón te insta a que lo hagas?



Escuchar a Tu Corazón

Tómate un momento ahora mismo y apunta con tu dedo hacia ti. Tu dedo está apuntando directamente hacia tu corazón. No a tu cerebro, sino a tu corazón. Esto es lo que tú eres. El constante latido de tu corazón, hacia adentro y hacia afuera, hacia afuera y hacia adentro, es un símbolo de tu conexión infinita con el latido omnipresente de Dios, la Inteligencia Universal. Tu cerebro izquierdo calcula, soluciona cosas, analiza y te conduce a tomar las elecciones más lógicas para ti. ¡Él piensa, piensa y piensa! Tu cerebro derecho representa tu lado intuitivo. Es la parte de ti que va más allá de la razón y del análisis. Es esa parte de ti que siente cosas, que es sensible al amor, la que se emociona con lo que es importante para ti. Tu cerebro derecho es el que nos permite emocionarnos hasta las lágrimas cuando tomas a tus hijos en brazos, o el que se baña en la belleza de un día glorioso. Tu cerebro izquierdo puede analizarlo, mientras que tu cerebro derecho te permite sentirlo.



Elige una situación y pregúntate qué es más importante para ti, si lo que sabes o lo que sientes. Por lo general, dependerá de la situación y de las circunstancias en las que estés decidir de qué te ocuparás primero. Tu inteligencia puede resolver exactamente cómo debes proceder cuando las cosas estén colapsando en una relación, o cuando tengas un impulso súbito, pero también hay otras veces en las que lo que sientes se impone a lo que sabes: cuando estás asustado o tienes miedo o te sientes solo; pero, por otra parte, si te sientes conmovido, enamorado y extasiado, esas serán las fuerzas que dominen el modo en el que actuarás. A veces está bien usar tu cerebro derecho. Tu cerebro derecho siempre te guiará apasionadamente hacia tu propósito.



Escuchar a Tu Cerebro Derecho

Hay una presencia intuitiva invisible que siempre te acompaña. Yo me imagino esta presencia como una criaturita en pañales que se sienta sobre tu hombro derecho y te avisa cuando pierdes el sentido de tu propósito. Este pequeño compañero es tu propia muerte, que te mete prisa para que pongas en marcha aquello para lo que viniste aquí, porque tienes contados los días para conseguirlo, y cuando este viaje termine, tu cuerpo se marchará. Tu compañero invisible te pinchará cuando pases otro día más haciendo algo que no sea parte de tu pasión en la vida y que te haya sido dictado cualquier otra persona.



Cuando te salgas de tu propósito, siempre lo sabrás gracias a que tus pensamientos se dirigirán hacia esa frustración tuya. Puede que no siempre actúes con arreglo a este saber, posiblemente porque tu cerebro izquierdo no reúna la valentía suficiente para apostar por lo que tu cerebro derecho sabe que es tu destino. Tu intuitiva voz interior sigue presionándote para que toques la música que escuchas, para que no te mueras con ella adentro. Pero tu cerebro izquierdo dice: “Un momento. Sé cuidadoso, no te arriesgues, podrías fracasar, podrías decepcionar a todos los que tienen un punto de vista diferente acerca de lo que deberías estar haciendo”. Entonces, el compañero invisible de tu cerebro derecho (tu muerte) te hablará aún más alto. El volumen irá subiendo, intentando obligarte a que sigas tu sueño.



Hasta que, al final, escuchar exclusivamente a tu cerebro izquierdo te convierta en un impostor, o en algo aún peor, en un autómata que se levanta cada mañana con el rebaño para trabajar en lo que le da dinero y que paga sus facturas, para regresar después a casa y seguir haciendo lo mismo al día siguiente, y así una y otra vez, con la misma canción implícita, de sobras conocida. Entre tanto, la música que hay en tu interior se irá marchitando hasta que llegue al punto de ser inaudible. Pero tu permanente e invisible compañero siempre escuchará la música y seguirá dándote golpecitos en el hombro.



Este esfuerzo por llamar tu atención puede tomar la forma de una úlcera, o de un fuego que queme tu resistencia, o que te despidan de un trabajo serio, o que tengas cualquier accidente que te haga doblar la rodilla. Generalmente, esos accidentes, enfermedades y formas de mala suerte terminan por atraer tu atención. Pero no siempre. Algunas personas terminan como Ivan Ilyich, el personaje de Tolstoy que se angustiaba en su lecho de muerte diciendo: “¿Y qué pasa ahora si toda mi vida he estado equivocado?” Debo decir que es una escena escalofriante.



No tienes porqué elegir ese destino. Escucha a tu compañero invisible, expresa la música que oyes e ignora lo que cualquiera de las personas que te rodee piense que deberías estar haciendo. Como expresó Thoreau: “Si un hombre no está en paz con sus compañeros, quizás sea porque escucha un tambor diferente. Dejen que baile al compás de la música que escuche, esté o no afinada”.



Prepárate para aceptar que los demás puedan decir que los has traicionado; pero no habrás traicionado a tu música, a tu propósito. Escucha tu música, y haz lo que sabes que tienes que hacer para sentirte entero, para sentirte completo, y para sentir que estás cumpliendo con tu destino. No tendrás paz si no dejas que esa música salga y suene. Deja que el mundo sepa porqué estás aquí, y hazlo con pasión.



Apasionarse Supone Arriesgarse

Puede que al final vivas una vida cómoda aunque no sigas tus instintos. Pagas tus facturas, cumples con todos los formalismos, y vives una vida de producción y de cumplimientos de acuerdo al manual. Pero ese manual lo escribió otro. Percibes al pequeño que te dice: “Puede que esto parezca lo correcto, pero ¿se siente bien? ¿Estás haciendo lo que viniste a hacer aquí?” Para muchas personas, la respuesta es: “¿Cómo sabré cuál es mi heroica misión?”



Encontrarás tu pasión en lo que más te inspire. Y ¿qué significa la palabra “inspirar”? Deriva de las palabras “en espíritu”. Cuando estás inspirado, nunca te preguntas acerca de tu propósito. Lo estás viviendo. Para una de mis hijas, se trata de leer cosas acerca de caballos y andar en los establos. Está en el cielo sobre un caballo, o aunque sólo sea limpiando un cobertizo lleno de estiércol. Otra hija mía solo se inspira cuando está cantando, tocando o escribiendo música. Se siente así desde que tenía dos años. Para otra, lo que la hace sentirse alguien con propósito es su trabajo artístico y de diseño. Y para otra, es diseñar páginas de internet y crear programas informáticos para otros. Para mí, es escribir, hablar y producir cosas que ayuden a la gente a tener confianza en sí mismos. Esta ha sido siempre mi pasión, desde que era muy jovencito.



¿Cuál es tu pasión? ¿Qué hace agitarse a tu alma y te hace sentirte en completa armonía con aquello para lo que principalmente viniste? Ten esto por seguro: sea lo que sea, puedes construir tu vida haciéndolo y, simultáneamente, proporcionando a otros un servicio. Te lo garantizo.



La única cosa que puede apartarte de interpretar la música de tu corazón y de marchar al compás único que sientas dentro de ti es el miedo. Según “Un Curso de Milagros”, sólo hay dos emociones básicas: una es el miedo, la otra es el amor. Tal vez temas la desaprobación de los demás. Arriésgate y descubrirás que se recibe más aprobación cuando no la buscas que cuando la buscas. Tal vez sientas temor a lo desconocido. Arriésgate igual. Busca la respuesta, pregúntate: “¿Qué es lo peor que puede pasar si esto no funciona?” La verdad es que es algo superable. No vas a ser condenado a muerte ni torturado si algo sale mal Tal vez tengas miedo al éxito. Tal vez hayas sido inducido a pensar que no eres adecuado o que eres un ser limitado. La única manera de enfrentar esas ridiculeces es perseguir aquello por lo que viniste aquí y dejar que el éxito te atrape, como de seguro lo hará. O tal vez sientas temor al mayor de los fracasos: tal vez temas al fracaso.



El Mito del Fracaso

Puede que esto te tome de sorpresa, pero el fracaso es una ilusión. Nadie fracasa en nada. Todo lo que haces produce un resultado. Si estás intentando aprender a atrapar una pelota y alguien te la tira y se te cae, no es que hayas fallado. Sencillamente, se ha producido un resultado. La pregunta real es qué hacer con los resultados que produces. ¿Te vas llorando por haber fallado atrapando la pelota, o dices “Tírame otra” hasta que terminas por atraparlas? El fracaso es un juicio. No es más que una opinión. Procede de tus miedos, que pueden ser eliminados con amor. Amor por ti mismo. Amor por lo que haces. Amor por los demás. Amor por tu planeta. Cuando tienes amor dentro de ti, el miedo no puede sobrevivir. Reflexiona acerca del mensaje que hay en esta antigua sabiduría: “El miedo llamó a la puerta. El amor contestó, y no había nadie”.



Esa música que oyes en tu interior, urgiéndote a que asumas riesgos y persigas tus sueños es tu conexión intuitiva con el propósito que hay en tu corazón desde que naciste. Sé entusiasta en todo lo que hagas. Ten esa pasión, sabiendo que la palabra “entusiasmo” significa literalmente “El Dios (enthos) interior (iasm)”. La pasión que sientes es Dios dentro de ti, que está picoteándote para que te arriesgues y seas la persona que eres.



Me he dado cuenta de que los riesgos que se perciben no son para nada tales riesgos, una vez que transciendes tus miedos y dejas que entren en ti el amor y el respeto por ti mismo. Cuando produces un resultado del que los demás se ríen, a ti también te da la risa. Cuando te respetas a ti mismo, tropezar te permite reírte de ti mismo como tropezador ocasional. Cuando te amas y te respetas a ti mismo, la desaprobación de alguien no es nada que haya que temer o evitar. El poetaRudyard Kipling declaró: “Si puedes alcanzar el triunfo y el desastre, y tratas a esos dos impostores por igual… Tuyo son el corazón y todo lo que hay en él”. La palabra clave aquí es “impostores”. No son reales. Sólo existen en la imaginación de la gente.



Sigue a tu cerebro derecho, escuchando cómo te sientes e interpretando tu propio y exclusivo estilo musical. No tienes que temer a nada ni a nadie, y no volverás a sentir jamás ese terror a estar yaciendo algún día en tu lecho de muerte diciendo: “¿Y qué pasa ahora si toda mi vida he estado equivocado?”. El compañero invisible que está sobre tu hombro derecho te va a pinchar cada vez que te estés apartando de tu propósito. Te va a obligar a que tomes conciencia de tu música. Así que escúchalo, y no te mueras sin haber sacado afuera tu música.



Dr. Wayne Dyer